510 - Juan Luis Valle Collantes
Capitalismo, Ocio y Democracia.
Juan Luis Valle Collantes – Doctorando de Desarrollo y Ciudadanía: Derechos Humanos, Igualdad, Educación e Intervención Social. Universidad Pablo de Olavide. Sevilla. España. juanluisvalle@gmail.com
En esta comunicación trataré dos temas que están más extensamente tratados en el artículo De la Incertidumbre Social a la Acción Colectiva[1]. Me refiero a la situación actual que se nos vende como crisis financiera y a las reacciones colectivas ante ésta. Dentro de estas acciones colectivas destacamos aquellas dedicadas a la organización y fortalecimiento de formas de trabajo destinadas a la consecución de riqueza humana y no riqueza en términos de economía liberal (a esto nos referimos al decir “ocio”, siendo este tipo de actividad humana la cantraposición al “neg-ocio”).
Así pues, desde nuestra perspectiva, la situación histórica actual pone de manifiesto que no estamos padeciendo una crisis, sino un conjunto de ellas: ecológica (energética, climática, pérdida de la biosociodiversidad), social (individual y colectiva, aumento de las desigualdades entre las naciones y en el seno de las mismas), cultural (inversión de valores, pérdida de referentes y de las identidades), etc. a las que ahora se han sumado las crisis financiera y económica. Partimos de la hipótesis de que la feroz competición por la maximización del beneficio monetario (leimotiv del capitalismo) está en la base de estas 'crisis'.
Consideramos que a lo largo de la historia cada sistema ha procurado presentarse como “lo natural”. Para ello se ha utilizado la filosofía, la religión, la ciencia, etc. El capitalismo, en su autorepresentación como única realidad posible ha necesitado crear diversos metarrelatos que naturalicen su omnipresencia. Pero esta naturalización se hace no solo a través de una imposición conceptual, sino también material. Así, el capitalismo en su intento de presentarse como natural e inevitable, ha procurado ir reduciendo el concepto de trabajo (y sus prácticas) hasta confinarlo dentro de los límites del trabajo asalariado (instrumental, alienado y mercantilizado) invisibilizando con ello otras prácticas y realidades[2].
El escenario de estos últimos años, legitimado por el discurso de la crisis económica, ha servido para precarizar el modelo de existencia social hegemónico. Las “reformas” que se nos aplican, funcionan como nuevas formas de acumulación por desposesión y están lanzando a cada vez más amplias capas de la población hacia una incertidumbre vital que conlleva una falta de credibilidad hacia las formas y medios de producción, los modelos de relación socio-afectivos, formas de consumo, de ocio y de trabajo, a la vez que deterioran las estructuras del Estado tal como se conocía en Europa[3]. Por ello, se produce una falta de expectativas futuras generalizadas que obligan a plantear otros horizontes posibles.
Así pues, han surgido reacciones de protesta que visibilizan otras formas hacer no mercantilizadas por el sistema, que crean valor y satisfacen necesidades (trabajos comunitarios, trabajos sociales, trabajos de ayuda mutua, participación ciudadana...) produciendo, además, externalidades positivas[4]. Planteamientos que ante el saqueo de los bienes comunes (procomún) reivindican una mayor democratización de la sociedad, llegando incluso a pedir la institución de un "estatuto de los bienes comunes" para una gestión colectiva y democrática que garantice la inalienabilidad de los bienes necesarios para vivir. Estos planteamientos atacan directamente principios básicos del capitalismo, como son la “propiedad privada” y la “organización empresarial del trabajo”, además de desenmascarar la relaciones de opresión que produce el capitalismo en las relaciones humanas. A estos planteamientos de “otros horizontes posibles” es a lo que llamamos “líneas de fuga”.
Dibujado así el panorama, en esta comunicación quiero resaltar dos ideas fundamentales:
-En primer lugar, estamos viviendo una “crisis civilizatoria”, no una crisis económica. La crisis, tal y como nos la presentan los medios y los gobiernos, no es una crisis sino una estafa. La crisis la tenemos las personas pobres y/o precarizadas, las trabajadoras, estudiantes, paradas, pero no los ricos. Para ellos esto no son más que medidas de ajuste estructural que la población ha de sufrir para la conformar el “nuevo orden mundial” que están imponiéndonos. Esto es, un capitalismo de casino, donde ni “estado del bienestar”, ni tan siquiera los derechos humanos tienen cabida. Lo novedoso es que el Imperio se esté colonizando a si mismo (lo cual no ocurría desde la II GM), mostrando la verdadera cara del capitalismo (sus formas de hacer) en plena Europa.
-La segunda idea, es que existen “líneas de fuga” del pensamiento hegemónico que están planteando otros futuros posibles siguiendo principios antiimperialistas, antipatriarcales, anticapitalistas y no racistas. Que ante la incertidumbre vital (social e individual) que están generando estas medidas de maximización del beneficio para la élite financiera, se está produciendo una verdadera crisis, a la que hemos llamado “crisis civilizatoria”. Pero (y aquí está uno de los matices importantes que quiero resaltar) debemos tener cuidado, porque las sinergias que se están produciendo en la población indignada están siendo también utilizadas por el establishment para la consecución de sus fines, revitalizando concepciones autoritarias, fascistas, xenófobas o anarcocapitalistas.
Es por ello, que debemos separar la paja del trigo. Se está quebrando la confianza en las instituciones, no solo en sus gestores. El problema de fondo no es la capacidad o falta de capacidad de gestión de los gobiernos. No nos dejemos engañar con cortinas de humo que los responsables mismos han creado. Si fuera ese el problema, la solución que ofrece la Troika sería la lógica: poner a tecnócratas a dirigir los estados (como han hecho en Grecia y en Italia). Pero eso solo supone el fin de lo que de democracia tienen los actuales gobiernos europeos, no el fin de lo problemas de sus poblaciones. Lo que está en crisis es la fe en la supremacía de la propiedad privada como forma de propiedad, de la competición como forma de relación y en definitiva, del capitalismo como forma de organización.
Estas líneas de fuga que están emergiendo en el sur de Europa, en el contexto de esta crisis civilizatoria, son de una diversidad mucho más compleja de lo que conceptos como “movimiento 15M” puedan aparentar.
Pero el hecho que quiero destacar es que se ha puesto en marcha un proceso de politización de los sujetos, creándose espacios de encuentro y de debate desde donde (de facto) se pone en práctica procesos de aprendizajes colectivos como seres políticos activos y que constituyen por si solos espacios de democratización de la democracia. Son espacios esencialmente subversivos porque son espacios de relación “ociosa” (entendiendo “ocio” como actividad no mercantilizada, como actividad humana contrapuesta al negocio). Las prácticas se están dando, pero desde la teoría hemos de reinventar el ocio y poner en valor esos procesos. Pues es en estos espacios donde se puede generar democracia, comunidad no excluyente y por lo tanto bien común.
[1] Fernández Moya, Esther, & Valle Collantes, Juan L. (2012). DE LA INCERTIDUMBRE SOCIAL A LA ACCIÓN COLECTIVA. Prisma Social, (8), 269–307. Retrieved from http://www.isdfundacion.org/publicaciones/revista/numeros/8/secciones/tematica/pdf/09-incertidumbre-social-accion-colectiva.pdf
[2] Pero con esto no pretendemos señalar que solo se invisibilicen prácticas emancipatorias y anticapitalistas, sino también las prácticas más claramente abusivas que el capitalismo ha dejado pervivir, tales como la esclavitud, la servidumbre, etc.
[3] Tras la “descolocización” , con el proceso de Globalización económica, los intereses del capital cambian su organización geográfica disociándose de los intereses Estatales. Bajo la crisis financiera se esconde un auténtico asalto al poder estatal por parte del poder económico.
[4] El concepto de “externalidad positiva” hace referencia al concepto de “externalidades negativas” utilizado en la economía liberal, por ejemplo, para los perjuicios ocasionados por la contaminación u otros factores que repercuten en el conjunto de la sociedad pero no son contabilizados por el agente que desarrolla la actividad contaminante. Nosotros nos referimos a formas de hacer, como por ejemplo el trabajo bajo licencias de creative commons, que enriquecen la sociedad al margen de los beneficios que el propietario pudiera contabilizar.