507 - Esther Moya
Experiencias de gestión y propiedad colectiva de la tierra: entre la resistencia y la resiliencia
Esther Moya.
Doctoranda en Pós-colonialimos e Cidadania Global, CES-Coimbra
Resumen:
Desde esta artículo propongo reflexionar sobre la importancia y la diversidad de las experiencias de comunidades rurales que gestiónan una propiedad colectiva. Estas experiencias cuestionan el ethos liberal de la propiedad privada, los sistemas de producción y el individualismo. Por otra parte, estas experiencias han sobrevivido hasta la actualidad a través de procesos de resistencia y resiliencia socio-ecológica desde la cual pueden emerger modelos alternativos al sistema de producción capitalista y formas de acción colectiva que desafian los presupuestos de la conocida “tragedia de los comunes”.
Evitando una concepción romantizada de “el buen salavaje” y problematizando las propias relaciones de poder que surgen a nivel local en estas experiencias, expondré algunas cuestiones sobre este tipo de experiencias a través de un estudio de caso en una comunidad rural del sur de México.
Comunicación:
Desde esta comunicación pretendo presentar algunas reflexiones en torno al trabajo de investigación que realicé sobre las formas de resistencia ante la Ley Agraria de 1992 en México. Esta investigación trataba de analizar como había afectado esta ley concretamente a la propiedad colectiva de comunidades rurales del sur de México. Esta reforma concretamente supuso el fin de la propiedad colectiva, sea a través de la restitución de las tierras a comunidades agrarias o la dotación de tierras para la creación de ejidos - que es la figura jurídica más representativa de la propiedad colectiva-. Además de finalizar la repartición de tierras para la creación de propiedad colectiva se puso en marcha un programa de parcelación de las tierras colectivas ya existentes, llamado PROCEDE (Programa de Certificación de Derechos Ejidales y Titulación de Solares Urbanos). Este programa se encargaba de delimitar las colindancias de los ejidos, medir y certificar los derechos de las parcelas y regularizar los derechos agrarios.
Desde el contexto mexicano, estas reformas tenían como objetivo implícito parcelar y privatizar las tierras comunales y ejidales, propiciando así la entrada de capital privado en el campo, lo cual facilitaría además la entrada de México en el TLCAN[1](Tratado de Libre Comercio de Norteamérica) (Zendejas y Vries 1998; Varo 2002). Para legitimar estas reformas, el discurso oficial versó sobre la seguridad en la tenencia que produce la titularidad otorgada por la parcelación de las tierras como pequeños propietarios, versus la tenencia en régimen de propiedad colectiva.
A través del análisis de casos se constató que las reformas agrarias emprendidas desde 1992 habían provocado por una parte, el debilitamiento de los ejidos, y por otra parte, habían creado tanto resistencias colectivas como estrategias de supervivencia “alternativas” al proyecto federal de privatización y apertura del “campo” al libre mercado.
En este sentido me centraré en el trabajo de campo realizado en la comunidad Unión 20 de Junio como caso paradigmático de las formas de resistencia a la Ley Agraria de 1992. La Unión Veinte de Junio ha sufrido en su historia dos desplazamientos por la creación de Reservas de la Biosfera, una en Montes Azules (Chiapas) en 1978 y otra en Calakmul (Campeche) en 1989. En la llamada "zona nucleo" de las Reservas de la Biosfera legalmente no puede habitar ninguna comunidad. Siendo este el caso de la Unión Veinte de Junio tuvieron que abandonar sus tierras dos veces, hasta ubicarse en 1993 en su actual asentamiento. Desafortunadamente, de nuevo, cuando intentaron constituirse como ejido en esta nueva localización, la Ley agraria de 1992 ya se había puesto en marcha, denegando la creación de nuevos ejidos. Esta circunstancia -impuesta desde las autoridades gubernamentales- y la costumbre histórica de sus pobladores en la gestión colectiva de los recursos naturales, conllevó un largo proceso de negociaciones con las autoridades agrarias de la región para encontrar la forma de continuar con la gestión colectiva.
De esta manera, el objetivo de la Unión Veinte de Junio fue conseguir crear una zona común para el asentamiento humano y ubicar las parcelas a su alrededor, de manera que la puedan gestionar colectivamente los recursos y tener instituciones locales para la acción colectiva semejantes a las de un ejido.
Para ello, decidieron crear una zona urbana, como asentamiento humano de todas las unidades domésticas, y dejar la parte exterior a la zona urbana como las parcelas privadas de cada unión doméstica. Para poder ubicarse todos en la zona urbana, tuvieron que titularla a nombre de una única persona de la comunidad para después poder realizar cesiones internas a cada unión doméstica dentro de la zona urbana. Esta estrategia es totalmente legal dentro de la nueva legislación agraria, aunque no está considerada la zona urbana para el aprovechamiento colectivo.
Desde esta experiencia de trabajo de campo en la Unión 20 de Junio quería sugerir algunas reflexiones. Por una parte una serie de cuestiones más teóricas relacionadas con los sistemas de propiedad en la tenencia de la tierra, las concepciones de la naturaleza y el propio concepto de resistencia y resiliencia.
Con este estudio de caso, donde una comunidad decide continuar con su gestión colectiva a pesar de las imposiciones legales, muestra en primera instancia que a pesar de concebirse legalmente la propiedad privada (como pequeños propietarios) como la única posible, la decisión colectiva de gestionarla colectivamente puede estar por encima de la forma de propiedad. Es decir, gestión y propiedad son dos tipos de clasificaciones, en este caso de la tenencia de la tierra, y que la forma de propiedad no determina necesariamente su tipo de gestión.
Otra cuestión importante, en la Unión Veinte de Junio, y que algunas personas lo enunciaban cuando contaban su historia de desplazamientos de la siguiente manera: nos persiguen las reservas. El hecho de que una comunidad sea desplazada dos veces por la creación de una Reserva de la Biosfera es excepcional, pero ciertamente este tipo de "desplazamientos por conservación", además de que en algunos casos ocultan ciertos intereses especulativos sobre algunos minerales y otros elementos naturales; en general denotan también una concepción dicotómica entre naturaleza y cultura. En el caso de la Unión Veinte de Junio un grupo de investigadores de la Universidad Autónoma de Barcelona pudo demostrar como desde su desplazamiento la Reserva de la Biosfera de Montes Azules había perdido biodiversidad, ya que en su medio ambiente la gestión humana de los recursos formaba parte de su equilibrio biocultural. Este proceso de adaptación al nuevo entorno y la gestión de sus recursos supone un ejemplo de resiliencia socio-ecológica, donde interactúan y crean vínculos de interdependencia entre las formas culturales y biológicas del territorio.
Finalmente, para analizar este caso consideré concebir la resistencia a la reforma legal agraria de esta comunidad como un tipo de resistencia perceptible en el discurso oculto de sus habitantes en el sentido enunciado por James Scott. Las personas de la comunidad entrevistadas y con las que mantuvimos conversaciones informales, en general, no consideraban su estrategia legal como una forma de resistencia, precisamente porque los cauces que utilizaron para llevar a cabo la gestión colectiva era considerada legal.
Las formas de resistencia no siempre son presentadas como tal, en este sentido, la experiencia de la Unión Veinte de Junio y su proceso de negociación para la gestión colectiva de la tierra es una forma de resistencia que conlleva formas alternativas alegales de constitución de su propio ejido.
[1] La firma de este tratado en México se realiza en 1994 dos años después de la Ley Agraria y la reforma del art. 27 Constitucional. Aunque las negociaciones de firma de este tratado se iniciaron antes de la Ley Agraria de 1992 siendo esta circunstancia uno de los antecedentes que dieron cabida a las reformas iniciadas en 1992.